Publicado el 3 de Junio, 2005, 1:00
![]() La influencia del mundo oriental es ya evidente en nuestra vida cotidiana. Vemos, por ejemplo, a los chicos pirateándose las últimas series de Anime y colocando el chip pirata en la Playstation. También los vemos peinándose los pelos de punta, a lo Son Goku y asistiendo al cine a ver la última gran producción del estudio Ghibli o de Takeshi Kitano. No sólo tenemos cerca su enormemente poderosa industria del ocio, también su filosofía. El otro día, cuando llegó la omnívora Beta-Alfa-Pí, realizamos un intento de aproximación de las nuevas generaciones gatunas a la filosofía del Tao, para que no se quedaran fuera de la nueva moda. En un solo momento sentimos temblar el cosmos. El pequeño Lao-Tse peludo abrió los ojos y leyó el siguiente poema, una composición triste llamada "soledad" con la que se identificó plenamente: No conozco nada y nada me preocupa. La gente está feliz como en una fiesta suntuosa La gente tiene lo suficiente y para compartir, La gente está radiante y segura, La gente está ocupada con un propósito, El Lao-Tse peludo comprendió entonces que había alcanzado la iluminación. Más aún, vio que el camino del Tao era completamente compatible con el estilo de vida gatuno. Allá donde los humanos tardan décadas en comprender la esencia de la felicidad y del universo, los gatos son uno con ese conocimiento nada más nacer. Esa es la verdad que los hace tan especiales. Ahora que sabe la verdad, nos estamos preguntando cómo reaccionarán los demás: La Princesa ante un hijo iluminado que le maulla koans y haikus, el Papa ante la competencia y Gataparda ante un nuevo pequeño saltamontes. Pues ya se verá, dejemos fluir a la vida. De momento ya le he escuchado decir todo esto: A Gataparda: Noche sin luna Al Papa: No hay silencio mayor: A la Princesa: Sobre el tejado |
Publicado el 3 de Junio, 2005, 1:00
![]() Las consecuencias de este acercamiento son imprevisibles... |